La violencia se puede producir en contextos sociales muy diversos, incluida la escuela. En ese sentido, la violencia ejercida en un contexto escolar es denominada bullying. Uno de sus máximos representantes es Dan Olweus, quien en 1970 empieza a estudiar la violencia escolar, hablando para ello de bullying.
La violencia escolar se caracteriza porque se realizan sobre la víctima conductas diversas (como amenazas, agresiones físicas, intimidaciones, etc.) que se prolongan y repiten en el tiempo. Esa situación supone un abuso de poder al estar uno de los alumnos por encima del otro. Esta violencia se suele realizar en diferentes localizaciones, como en el aula, en los pasillos, en el patio o de vuelta a casa.
Al respecto, Dan Olweus realizó varios estudios longitudinales relacionados con la violencia escolar y concluyó que aproximadamente un 60% de los niños que participan en conductas de acoso cometerían un delito antes de cumplir los 24 años; añadiendo después que un 35% de ellos podría llegar a cometer hasta tres delitos (Piñuel y Zabala y Oñate Cantero, 2007). Este hecho pone de relieve lo importante que es actuar para prevenir y tratar este tipo de violencia.
En cuanto a los perfiles, se pueden distinguir dos perfiles en las víctimas y uno en los agresores (San Martín, 2004):
No obstante, en la violencia escolar no sólo están presentes el agresor y la víctima, sino que se pueden encontrar otros participantes como los compañeros –quienes suelen influir mucho en situaciones de violencia escolar— o los profesores.
En lo referente a los motivos por los que un alumno puede llegar a ser víctima de violencia escolar se destacaría la ausencia de amigos, ya que el aislamiento social o la impopularidad la favorecería. En contraposición, las relaciones de amistad que se forjan con otros alumnos ha demostrado ser un factor de protección frente a esta violencia.
En cuanto a cómo se manifiesta, la herramienta Cisneros A.V.E. evaluó en 2005 el acoso escolar en España, describiendo ocho situaciones en las que se daba tanto el acoso como la violencia escolar: agresiones, intimidación, amenazas, hostigamiento, coacciones, exclusión, bloqueo y manipulación. Las tres primeras forman parte de la violencia física, mientras que las restantes pertenecen a la violencia psicológica.
Esta herramienta de evaluación se basa en tres criterios para afirmar, o no, si se está ante una conducta de acoso: que se dé una o más conductas de violencia escolar, que la conducta se realice de forma violenta y repetitiva, y que se prolongue en el tiempo.
Finalmente, cabe destacar que la situación de violencia escolar afecta a la víctima tanto a corto como a largo plazo, pues puede llegar a sufrir ansiedad crónica y/o depresión, se puede sentir rechazado socialmente, puede tornarse agresivo –tanto hacia los demás como hacia sí mismo— o tener efectos sobre su autoestima; entre otros.
Por todo ello, conviene promover acciones que aseguren que no se produce violencia en el ámbito escolar, tales como permitirles a los alumnos que resuelvan los conflictos y expresen emociones sin sentirse amenazados ni estigmatizados; así como enseñarles a rechazar este tipo de violencia. Del mismo modo, sería positivo que escuela y familia colaboraran conjuntamente, con el fin de buscar soluciones de forma conjunta; así como que se contasen con profesionales –como los criminólogos— que pueden ayudar a prevenir y tratar este tipo de violencia.
Bibliografía.
Piñuel y Zabala, I., & Oñate Cantero, M. A. (2005). La Violencia y sus manifestaciones silenciosas entre los jóvenes: estrategias preventivas. Instituto de Innovación Educativa y Desarrollo Directivo. Madrid, España.
Piñuel y Zabala, I., & Oñate Cantero, M. A. (2007). Mobbing escolar: Violencia y acoso psicológico contra los niños. Ceac.
Sanmartín, J. (2004). El laberinto de la violencia. Causas, tipos y efectos. Barcelona: Ariel.
Publicado el 08/04/2021 por Marta Lietos.
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